
Tú, ¡oh Fedro! no habrás dejado de advertir en los discursos más importantes, ya se trate de política o de intereses particulares de los ciudadanos, o aun de las delicadas palabras que se deben decir a un amante, siempre en fin que las circunstancias son decisivas –seguro que has advertido qué peso y qué alcance cobran las palabras más pequeñas, los menores silencios que se intercalen. Y yo, que he hablado tanto con el afán insaciable de convencer, me he convencido, a la larga, de que los más graves argumentos y las demostraciones mejor llevadas tienen bien poco efecto sin el concurso de esos detalles en apariencia insignificantes; y por contra, mediocres razones convenientemente sostenidas por palabras llenas de tacto, o doradas como coronas, seducen por mucho tiempo a las orejas.
Paul Válery, Eupalinos o el arquitecto, traducció de José Luis Arantegui, Ediciones A. Machado Libros, 2000.